lunes, 30 de agosto de 2010

El fin de las vacaciones.





Hicimos muchísimo, visitamos lugares donde yo no había estado antes. Me enamoré en secreto de Queenstown, a pesar de mi caracúlica presencia a lo largo de la estadía. Conocimos latinoamericanos copados que compartieron sus desgracias y emociones con nosotros, visitamos las dos puntas del país, nos tiramos de una duna gigante, recorrimos 90 mile beach en un bus para 40 pasajeros con sólo otras 4 personas, conocimos muchos alemanes a lo largo de todo el viaje pero todo terminó ya. Ayer dejé a Toia en el aeropuerto internacional de Auckland con un dejo de melancolía. La puerta de entrada al país, es también la puerta de salida. Me hubiese gustado estar en ese avión y poder abrazarlos a estas horas. No falta tanto.

Hoy pasé la mañana haciendo trámites y reencontrándome con gente de Auckland. Visité a mis ex empleadores en queen street, la querida biblioteca, caminé por Albert Park para no perder la costumbre y ayudé a Robbie a diseñar la invitación para su cumpleaños. El hacía todo el trabajo de diseño mientras yo asentía con la cabeza dejando escapar la frase “looks cool” cual cacatúa gigante a la que sólo le enseñaron a decir eso. Esta noche es la otra ronda de reencuentros, tengo que ir a la casa del tío a tomar unos tragos para luego volver al centro a juntarme con un grupo muy dispar de gente que se reunirá para verme a mí. Veremos cómo se desarrolla la noche. Por lo pronto esta es mi última noche en el hostel, espero que por mucho tiempo. A partir de pasado mañana me mudo a una casa en un barrio un poco alejado pero cómodo, bien comunicado. Lo que más me gustó del lugar, a pesar de no tener cama en mi habitación es que tengo un baño para mi solito. Imagínense que son más de 8 meses compartiendo las facilidades en todos lados.

Los chicos llegaron a Auckland para darme una sorpresa anoche. Estuvo bueno, mientras yo tomaba una cerveza en la casa de Martín, suena el celular, me lo pasó y era Fabio en Hamilton, a un par de horas en auto de la ciudad de las velas. Llegaban a la medianoche. Como yo di de baja el celular de Vodafone (estoy en plan de ahorro y me voy a cambiar de empresa de celulares), no tenían forma de avisarme, salvo a través de facebook o de tincho, así que todo salió redondito.

Como no tengo muchas ganas de escribir, subo un par de fotos del viaje con toia por los nortes kiwis.

Saludos por ahora. Novedades pronto.

viernes, 27 de agosto de 2010

De sur a norte.

Después de casi dos horas en avión y cuatro en micro, llegamos a la otra punta del país, Paihia, en la Bay of Islands. Acá nos tomaremos un crucero por las islas, veremos el hole in the rock, postal famosa del país, nos tomaremos un bus hasta la punta más boreal de NZ, Cape Reinga lugar de suma importancia espiritual para los maoríes pues de allí se dice que parten las almas de la tierra hacia el lugar de los ancestros; es decir que los maoríes piensan, en términos prácticos, que los muertos se vuelven a Samoa. O que Samoa está llena de muertos. Evidentemente en las creencias tradicionales y religiosas poco importa ser políticamente correcto.

Desde la salida de Auckland llovió todo el camino. Habíamos hecho las reservas con sus respectivos pagos en la oficina de información que está ubicada debajo de la Sky Tower con la ayuda de una china adorable a quien volvimos loca, respondiendo que sí cada vez que nos preguntaba si había algo más en lo que nos podía ayudar. La pobre china se comió la venganza de los meses en TelstraClear. De todas formas le caimos bien, incluso, cuando le preguntamos dónde podíamos dejar las valijas para ir a almorzar, porque nos quedaba una hora antes de tomar el Micro, ella nos dijo que podía cobrarnos un solo bulto si dejábamos los dos, al final no le dejamos nada porque con el dinero que nos cobraba podíamos tranquilamente comer algo pero linda la actitud. La china se ganó 9 alejos en el alejómetro. No son diez porque la perfección es imposible.

Pasando Whangarei el chofer del micro se nos sentó al lado para preguntarnos dónde nos alojaríamos en Paihia, le dimos la dirección, a lo que al buen samaritano respondió con una sonrisa acogedora que nos dejaría en la puerta del hostel. Un dato no menor es que nos estamos quedando en una habitación para seis personas pero estamos los dos solos. Toia inclusive dormirá las tres noches en una cama doble que hay en la habitación. Es un gran cambio después de la hermosa pero ruidosa Queenstown, donde compartíamos el cuarto con 6 aventureros, dos inglesas que seguramente nacieron por cesárea (malparidas), y una orquesta ronquil todas las noches. Es la hora de la verdad ¿seremos nosotros roncadores compulsivos también? Esta noche se sabrá.

A la llegada al hostel, tal como nos había indicado chon (china buena onda) buscamos la caja de los late check ins donde estaría la llave de la habitación. Había un sobrecito con nuestro apellido diciendo que vayamos a la habitación número cuatro pero dentro del sobre estaba la llave de la habitación número 6. Yo miré el sobre, luego miré la llave, giré mi cabeza 45 grados a la derecha, miré el sobre, miré la llave que seguían sin coincidir. A los pocos segundos apareció el abuelo de Asterix preguntando si nos podía ayudar, le expliqué mi duda, nos hizo entrar a la recepción y solucionó el inconveniente cambiando la llave por la correcta. Nos mostró la cocina, la sala de estar, nos explicó brevemente las normas de convivencia - que no afectan realmente a nadie más que a nosotros porque hasta ahora no vimos a otra alma en este hostel- fuimos a comprar Fish and Chips a un bar que está en la misma cuadra, toia se fue a bañar y ahora vamos a mirar una película de las muchas que hay en el living antes de irnos a dormir tempranísimo porque mañana tenemos un día agitado.

Eso es todo por ahora.

domingo, 22 de agosto de 2010

Queenstown, baby!


La noche anterior al vuelo yo había dormido como el traste. Estaba terriblemente ansioso, necesitaba lavar algo de ropa pero encontrar algo de tiempo para no estar insufriblemente cansado al llegar, la ansiedad habitual por la posibilidad de perder el vuelo, el ronquido del canadiense cuyo nombre estoy seguro es La-Concha-De-Tu-Madre. Su aroma agrio de Calvin Klein no-me-baño-seguido. Todo valió la pena. Queenstown es simplemente maravillosa, preciosa con las altas montañas nevadas que sentís te tocan la nariz. Cada vez que estoy en un lugar así, lo recuerdo de un viaje a la Patagonia que hice de pendejo con mi mamá, tengo la sensación de estar en una postal, como si el paisaje no fuera más que una ilusión. Uno mira, tratando de que la imagen quede grabada en tu cabeza, cierra los ojos, los vuelve a abrir pero todo sigue ahí, genial, irreal.

El primer día tuvimos una pequeña crisis, entre el cansancio y mi desgano ,Toia no se sintió demasiado cómoda pero lo charlamos y ahora estamos bien. Ya subimos en góndola a uno de los cerros que tienen una vista espectacular y Toia se tiró en parapente desde allí. El instructor era venezolano, así que ni siquiera tuvo la posibilidad de practicar el inglés con el buen señor. La misma tarde del parapente, después de habernos sacado 200 fotos con las mismas montañas de fondo porque las nubes iban moviéndose, mostrándonos más cerros nevados en las mismas latitudes, nos fuimos al information centre a planificar el viaje a Te Anau y Milford Sound. La pendevieja que nos atendió era un personaje. Con las uñas pintadas de rojo pasión y una sonrisa contagiosa nos ayudó con los bookings, el alojamiento, el bus e incluso nos dio unos buenos descuentos por los que nos ahorramos casi la misma cantidad de plata que a toia le salió tirarse desde el cerro.

Camino a Te Anau encontramos los paisajes paradisíacos por lo que es famoso el sur neozelandés, o eso pensábamos. El tiempo nos sonrió con un sol espectacular que es extremadamente raro en Fiordland, pues sólo Milford Sound recibe 6 metros de lluvia por año (es mucho mucho). Una vez dentro de Fiordland National Park, entendimos que el camino a Te Anau es una cagada comparado con lo que hay ahí dentro. Arroyos color esmeralda, lagos espejados que reflejan a la perfección las montañas nevadas del fondo, selva neozelandesa con las clásicas silver ferns adornando los suelos, un sueño, realmente, espectacular. Glaciares en las cimas de las montañas, ovejas pastando en las granjas que bordean el parque nacional. Milford Sound, realmente sin palabras. Estos son los únicos fiordos de este tipo en el hemisferio sur, aunque tampoco son muy comunes en el hemisferio norte. De hecho, son comparables sólo con los fiordos noruegos, tanto estos como aquellos son patrimonio de la humanidad.

En el fiordo, que sólo se puede describir como espectacular nos saludaron delfines, focas, salimos al mar de Tasmania por unos metros y nos contó el capitán del barco que si siguiéramos unos (cuantos) kilómetros derechito hubiésemos llegado a Howard, en la isla de Tasmania, Australia. Algo realmente mundano pero que a mí me hizo muy feliz fue el buffet dentro del barco. Hace 9 meses que no como tanto como ese mediodía. Toia me miraba y se reía por la cara de desesperación con la que me llevaba los cubiertos a la boca, repetí das veces, comí fideos con vegetales, curry japonés, pescado, cordero, una especie de vacío que no sé cómo se llama. Imagínense la cantidad de comida que habremos devorado que esa misma noche no nos entraba una miga de pan. Nos fuimos a dormir sin comer nada. Pero al otro día, el Buffet siguió alimentándonos con unas frutas que habíamos cuidadosamente guardado en nuestras mochilas.

La noche que pasamos en Te Anau fue para poder ir a una excursión dentro de unas cuevas en las que hay unos gusanitos que brillan en la oscuridad. Pueden googlearlo si quieren, los gusanos se llaman Glowworms. Para mí, medio pelo pero a Toia le gustó mucho. La sensación de estar en una cueva, de noche y saber que esas lucecitas arriba de tu cabeza no son luces de navidad sino asquerosos gusanos que están intentando alimentarse puede ser interesante, supongo pero para mí, demasiado caro el jueguito. Para colmo no te dejaban tomar fotos y te querían vender la foto que te sacaban a la entrada en 35 dólares. MUAJAJAJA. No way Josey! Además de tener un sobreprecio de 25 dólares, habíamos salido pal tuje.

Ahora estamos en el hostel, y un yanqui?, que ha tomado mucho mucho vino. No se le entiende lo que habla. Tarda bastante en armar una oración.

Auckland de guía turístico.


Que es una ciudad linda, es una ciudad linda. La más grande, donde más tiempo estuve. Un poquito mi casa fuera de mi casa, salvo por el oloroso, asqueroso, barato, muy barato hostel. A Toia no pareció importarle el hostel demasiado, así que nos quedamos ahí nomás. Compartiendo los olores, ronquidos y falta de educación de vaya uno a saber cuántas nacionalidades.

El primer día, como les conté en el post anterior, estábamos ambos terriblemente cansados, yo por mi fiesta caserita; ella por casi 14 horas de vuelo pero eso no nos impidió dar una larga vuelta a la ciudad. Comenzamos naturalmente por el centro, la llevé de paseo a recorrer queen street, victoria street, tomamos un jugo de naranja en mi queridísimo esquires de la biblioteca, caminamos bajando por queen hasta el puerto donde se puede admirar el por qué se llama a Auckland la “ciudad de las velas” (city of sails). Dimos una vuelta al Hilton Auckland desde donde se puede ver a los lejos Waiheke Island y el Rangitoto con una supuesta forma de mujer embarazada acostada (los maoríes tienen muuuuuucha imaginación, o las maoríes embarazadas tienen forma de volcán) Comimos Butter Chicken, que estaba muy picante a pesar de que supuestamente tiene que ser el curry más tranqui que te venden los indios. Calculo que se les debe haber quemado el pollo y decidieron tapar el sabor a quemado con más especias de las que normalmente deberían haber utilizado. A las 7 de la tarde ya no dábamos más y decidimos finalmente tirarnos a dormir.

El segundo día fuimos tempranito al super a comprar el desayuno. Le mostré a toia el edificio corporativo de Westpac donde trabajé al principio del viaje, subimos a la Sky Tower para ver la ciudad desde lo alto, averiguamos sobre los hostels en Queenstown que sería nuestro próximo destino, caminamos hasta ponsonby, bajando una vez allí al Western Park, uno de los más lindos de la ciudad, entramos a innumerables negocios de recuerdos para comparar precios y ver qué le gustaría comprar el último día y cuánta plata necesita para los souvenirs. Caminamos, caminamos, caminamos un poco más. Comimos Sushi riquísimo por un módico precio, sacamos muchísimas fotos y, de nuevo, nos fuimos a dormir.

El martes era nuestro último día en la ciudad, definitivamente el más activo. Como veníamos durmiendo muy temprano todos los días, no tuvimos problema en empezar casi a las 6 de la mañana, desayunamos con un rico jugo de naranjas y algunas tostadas para comenzar el camino hacia el Auckland Domain, pasando por algunas iglesias y la Marae (centro de reunión maorí) que también habíamos visitado el lunes pero me olvidé de contarlo en el primer párrafo. Bordeamos la universidad colina abajo hacia el domain donde hicimos dos caminos, uno de subida y otro de bajada. Para subir elegimos el lovers walk, una jungla en medio de la jungla de cemento, extremadamente pintoresco y “distinto”. El camino de vuelta a la autopista que nos llevaría a Parnell fue el clásico de estilo inglés. Antes de volver a nuestra ruta nos sentamos un rato viendo el museo con los pajarillos que vuelan contentos por el parque asumiendo, inocentes, que tendríamos comida para ellos.

De vuelta en la ruta pasamos por Parnell, el barrio de donde es originario el Sr John Key, actual primer ministro de Nueva Zelanda. Seguimos colina arriba para ver la biblioteca, la vista de Mission Bay desde Parnell Road, seguimos caminando hasta Newmarket, donde le mostré a Toia las piletas Olympic donde ocasionalmente me doy un chapuzón. Llegamos hasta Dick Smith, que vendría a ser una especie de musimundo y entramos para jugar un rato con la nueva Ipad. Algo realmente maravilloso de este país, creo incluso que ya lo mencioné antes en un post antiguo, es que las casas de electrodomésticos te permiten toquetear todo lo que está en exposición. Estuvimos fácilmente 30 minutos jugando con la Ipad, metiéndonos a internet, revisando mails, todo frente a los ansiosos vendedores que no tenían idea que jamás de los jamases compraríamos siquiera un pin en ese lugar.

De Newmarket subimos al Mount Eden, caminando. Esto sí que es una hazaña señores. Veníamos caminando colina arriba toda la mañana, comimos un suculento kebab- toia de cordero, yo de pollo- y le dimos a las piernas para conseguir la vista del volcán. Una vez en el cráter, después de copiarnos de la originalidad fotográfica de algunos orientales, foto meditando con la ciudad de fondo, foto meditando con los otros volcanes de fondo, salto por aquí, salto por allá, emprendimos la vuelta. Al llegar al hostel habíamos caminado aproximadamente 10 km. Una buena parte de ellos de subida y 150 metros para subir al monte del edén. Las piernas dolían.

sábado, 21 de agosto de 2010

Con Toia!

Me quedé atrapado en actividades, olvidándome de actualizar este sitio. Como ahora tengo algunas horas libres, me dedicaré a escribir todo lo que pueda, desde Te Anau, la puerta del Fiordland National Park, al sur de la isla sur.

Casi una semana atrás, a sabiendas que el avión llegaría cerca de las 7 de la mañana, sin dejarme otra opción que tomar el Airbus (este es el nombre del colectivo que te lleva a los aeropuertos) a las 6 de la mañana, tomé la decisión de ir a una fiesta la noche anterior, sábado. Yo ya había vivido el jetlag masivo por la diferencia horaria y sabía que Toia sería una mezcla entre zombie y sonámbulo por lo que me despreocupé y hasta reconocí que sería mejor que ambos estemos cansados. Es sumamente molesto tener que seguir a una persona llena de energía cuando uno no tiene ganas de hacer nada. Así fue, con las ojeras más grandes del hemisferio sur, anteojos oscuros, una camperita y mi mochila con la chiqui, partí rumbo al reencuentro más significativo de estos 8 meses: alguien de mi familia me venía a visitar. El trayecto en el bondi da bastantes vueltas pero con el estómago vacío ni las sentí. Había algunas caras decididamente rio platenses en el colectivo que no me asombró por el vuelo procedente de buenos aires que llegaría en exactamente una hora. Al bajar del vehículo, uno de los argentos me pregunta en inglés si hablaba castellano, por alguna razón le dije que sí, raro, yo suelo evitar contacto argentino pero bueno, quizá mi mente no quiso pasar vergüenza al mentir para que luego el mismo pibe me vea hablando en castellano con mi hermana. La cuestión es que cual garrapata se me pegó, desayuné con este chico que me contó toda su experiencia en NZ, lo que había hecho la noche anterior, que estaba con amigos, los trabajos que había tenido, etc. A los 20 minutos de la charla-monólogo con quien llamaremos Argentino A, se nos sumó Argentino B quien, como la gran mayoría de las secuelas, es mala, muy mala, mala onda Tinelli. Argentinidad al palo de la que nos da calor.

Llegó el avión, terminé mi desayuno, partí junto a Argentino A y Argentino B a la rampa donde llega la gente que baja de los aviones procedentes de otros países, llegó Toia. Corrí con todas mis fuerzas hacia el final de la rampa con lágrimas en los ojos- plano detalle de la lágrima- luego un primer plano en cámara lenta de mi cara sonrojada por el llanto abriendo la boca para gritar “toiaaaaaaaaaaaaaa, toiaaaaaaaaaa”. Ella dejó caer su mochila, comenzó a correr hacia mí hasta fundirnos en un abrazo eterno y títulos. O quizá no fue exactamente así pero definitivamente hubo un abrazo, una ayudita con las valijas, preguntas y respuestas varias recíprocamente preguntadas y respondidas, presentación de Argentino A y Argentino B con “mi hermana”, saludos, agradecer al destino por haber comprado ya el regreso en el Airbus, evitándome compartir un tacho con la argentinidad del aeropuerto más sus familiares visitantes que vaya uno a saber cuán tinellescos son. Camino a la parada del Airbus, entre bienvenidas al culo del mundo escucho que me gritan desde lejos ¡Alejo! Di media vuelta encontrándome con 3 de las cuatro uruguayas que había conocido en la isla sur, ellas, camino al sudeste asiático. Nos abrazamos no entendiendo cuan chico es el pacífico sur y el aeropuerto internacional de Auckland. “Ella es mi hermana, ellas son tres de las cuatro uruguayas con las que viví un tiempo en Christchurch” nos pusimos al tanto de los cambios en nuestras vidas, planes, abrazo, beso, ellas al sudeste, yo a Queen St y Victoria, donde nos esperaba la maloliente pero bien barata habitación del hostal.

Una vez llegados al hostel, procedimos a subir el equipaje a la habitación donde yo me estaba quedando. Al abrir la habitación me encuentro con Maru Loner, una argentina que conocí en el mismo hostal hace 8 meses, en diciembre, en mi primera semana en NZ. Fue de locos, ella también se estaba yendo al sudeste asiático a encontrarse con su novio francés que conoció en Mount Manganui, con quien convivió durante 5 meses en Wellington. Abrazos, besos, nos vemos en Buenos Aires, blah. Le tuve que explicar a Toia que yo no voy por la vida encontrándome con gente con la que viví/conocí en otras ciudades o en otras islas y que definitivamente ese día fue un gran día de reencuentros, bienvenidas y despedidas.

Eso es todo por ahora, prontito las actividades que hicimos con toia en Auckland y la isla sur.

lunes, 9 de agosto de 2010

Back in Auckland.

Y… una vez más, sumergido en la vida del backpacker que me costó un par de zapatos, un par de ojotas, una remera y algunas bolsitas de noodles. Es lo que tuve que sacrificar por la malvada aerolínea que sólo me permitía 23 kilos de equipaje. Con las montañas mirándome a la distancia partí de Christchurch, mal clima sobre la ciudad destino que demoró mi vuelo 25 minutos pero una ansiedad enorme, finalmente llegué a mi nueva y antigua casa (o debería decir Hostel). Llegué a Frienz en el centro del centro de Aucks con la seguridad de quien ha pisado ya estos pagos, la tarjeta de descuentos y un presupuesto ajustado que pensaba cumplir; grande fue mi sorpresa al encontrar una habitación mucho más barata, sumada al descuento que todo mundo tiene al quedarse al menos una semana. La habitación, bueno, digamos que ahora tengo una moderada idea de lo que se siente hacer el servicio militar. Mis compañeros de habitación: doce personas de distintas partes del mundo con sus olores, sus historias, su insistencia en dejar la luz prendida y la puerta del cuarto abierto. Cuando la persona más considerada en una habitación es Alejandro Roman-Fuster, definitivamente tenemos un problema. Igual, por lo que pago, el chivo del checo que duerme al lado mío huele a algo maravilloso, ese aroma a “puedo gastar la plata en otro lado y volver al hostel cuando ya no doy más, quedándome dormido al instante”.

Semana de reencuentros. El sábado fue un día ocupado; una vez que mi valija estaba segura en la habitación del hostal, empecé a enviar mensajes de texto a mis amigos locales, fui a almorzar, tomé un café con Djorn, tomé otro café con Andy y Tom, fui al supermercado con Robbie, salí un rato a la noche donde me encontré con Jarred y Jeremy, al día siguiente almorcé con Neil y Flavio, merendé por mi cuenta y terminé cenando con Martín y André. Hoy luego de tomar un café con Dave, recibí tres sorpresas: Peggy, una de las chicas alemanas con las que vivía en Chch, había llegado hoy a Auckland donde se quedará una semana, Taffy viene de visita hasta el sábado, y mi querida Lucy estará en la ciudad cuando volvamos de Queenstown con Toia . Con la Deutsche Peggy comimos butter chicken y luego nos dimos una vuelta por un pub belga para tomar una cerveza, donde conocimos a una pareja de australianos que por alguna extraña razón empezó a hablarnos, la acompañé hasta la puerta de su albergue y caminé bajo la lluvia camino a mi cama, no sin antes permitirme escribir algunos párrafos para subir mañana en la biblioteca.

Mañana a la mañana, ganas mediante, me voy a nadar a Newmarket para descargar un poco de energías, tengo que recibir mis últimos recibos de sueldo junto con el último pago de Telstra Clear vía transferencia bancaria. Quizá me dé un gustito y vaya al cine porque el martes es día de descuento, caminaré por la ciudad si el sol ayuda un poco, supermercado, noodles y cama. Estoy bastante ansioso con la llegada de Toia y los viajes a Queenstown, Milford Sound y Northland que, espero, renovarán mis ganas de estar acá. Ando necesitado de un poco de argentinidad pero de la mía, que es una argentinidad un poco distinta, no fácilmente reemplazable. En definitiva, estoy contento de haber dejado Cristoiglesia atrás, casa con internet, zapatos, ojotas y remera incluidos. La tranquilidad mental realmente no tiene precio o por lo menos en mi caso es más valiosa que lo que me pagaban, sumado a donde vivía, un par de ojotas y un par de zapatos. Pero bueno, siendo honesto, todavía tengo la esperanza cada vez que abro la chiqui de encontrar algún infeliz que no haya habilitado la seguridad en su red inalámbrica.

Ando sin pilas en la cámara porque no compré ni tengo cargador para las que se pueden recargar, así que necesito tener una charla con el cocodrilo que vive en mi bolsillo para pedirle permiso o encontrar un buen samaritano que vaya por la vida ofreciendo su cargador, preferentemente marca sony. Ambas opciones son altamente improbables pero mi hermana llega en una semana y ustedes pueden vivir sin fotos una semana o puedo cargar fotos viejas que seguramente ya no recuerden que cargué en algún punto en estos ocho meses.

Esto es todo por ahora, ya tengo el sueño suficiente para subir a mi habitación.

Abrazo de oso.

Ale.

viernes, 30 de julio de 2010

I´ve had enough.


La cosa fue así: El lunes pasado tuve un inconveniente importante para levantarme de la cama, no soportaba la idea de ir a trabajar un día más siquiera. Como animal de costumbre, me levanté de todas formas, me puse la ropa e inicié el largo camino de dos cuadras a la oficina mientras me repetía al tono de un padre nuestro “dos meses más, dos meses más”. Llegué al trabajo y luego del 5 cliente enojado con la facturación, empecé a sentirme físicamente mal, me dolía la cabeza y sentía un poco de náuseas, llamé a mi manager para pedirle permiso e irme de nuevo a casa. Una vez en casa comencé a sentirme mejor aunque la mera idea de volver a trabajar me molestaba de sobremanera. Pensé que sería pasajero pero la sensación no menguaba tras el correr del tiempo por lo que tomé una determinación, la segunda idea espontánea de mi vida, llamada de por medio a mi querido hermanito. Iba a renunciar. Tuve una larga conversación conmigo mismo al respecto, el tema del dinero, entre otros etcéteras que corrían por la mente. Christchurch me queda chico, no tengo energías para hacer nada después de trabajar, no estoy con mis amigos y detesto mi trabajo, el resultado del debate interno que gané yo, por supuesto, fue “al demonio, me vuelvo a Auckland”. La decisión no es caprichosa, pues, podría tranquilamente irme a Wellington, mi ciudad favorita, pero Aucks es donde más gente conozco y desde allí me llamaron hace unas semanas para ofrecerme trabajo. Llamé a los chicos para contarles, se lo tomaron bien, dudando si tomarlo realmente bien o mandarme a freir churros pero todos al final acordamos que mi decisión, fruto del debate entre Alejo y Alejandro, sería la acertada. Esa tarde, ya al 100% de mis capacidades emocionales e intelectuales, con la certeza de que todo está bien, fui a la agencia de viajes a comprar un pasaje a Auckland, lei mi contrato, mandé un mail de preaviso, envié docenas de textos a mis amigos de Auckland, hablé con el dueño de mi casa para darle dos semanas de preaviso (y así obtener la devolución del bond que le pagué para mudarme), en definitiva dejé todo prolijo.

Mi santa hermana también tuvo que adelantar el pasaje para estar segura de que yo estaría libre de obligaciones para el tiempo de la visita y aquí la gran noticia: domingo 15 de agosto, a las 7 de la mañana, reunión Roman-Fuster en el aeropuerto internacional de Auckland ¡Yahoo! Toia viene por dos semanas mientras yo tengo un poco de dinero y antes de que me ponga a la cacería de un nuevo lugar que me pague. La idea es la siguiente: tengo una semana para ponerme al día con mis amigos aucklanders, llega Toia, empieza el maratónico tour du sud. 3 días en Auckland, 2 o 3 días en Northland, una semana en queenstown visitando fiordland (la parte más linda e inhabitada del país), alguna que otra pileta climatizada para quemar los fish and chips que le voy a hacer comer, foto por aquí, foto por allá, bailar la bamba, sanseacabó. Despedida en Auckland el Domingo 29 a las 18:30, energías renovadas para lo que el destino le depare a Don Alejijou, con una inyección de cariño familiar, muchos abrazos y fotos.

Retomando el tema trabajo, tuve un par de horas de auto flagelo intelectual, culpándome por no haberme bancado la totalidad del contrato. Cuando hablé con “lo’ pibe del laburo”, me enteré que de los 5 integrantes del equipo, 4 renunciamos la misma semana con diferencia de días, horas o minutos, todos por la misma razón: la empresa, posta, apesta. Eso mi hizo sentir aún mejor con mi decisión. Anoche, viernes, fue la despedida de una de las chicas, cervezas van cervezas vienen, terminamos en un bar de karaoke donde nos querían cobrar $2 dólares por canción o $40 dólares por rentarnos (nótese la neutralidad de la palabra) una habitación privada por una hora, yo estallé y dejé caer una catarata de risas mientras miraba al dueño del lugar, ¿vos me querés cobrar dos dólares por canción? Yo habré tomado tres cervezas y mi tolerancia al alcohol es paupérrima pero tampoco soy boludo ni guardo en mi ano a la gallina de los huevos de oro; palabras más, palabras menos, negociaciones varias a cargo de una chica alemana que vaya-uno-a-saber-el-nombre, karaoke gratis. Era lógico, un grupo de 15 extranjeros alcoholizados en una fiesta de despedida, gran porcentaje de alemanes e ingleses, era mejor negocio cobrarnos el alcohol que seguiría corriendo que intentar cobrarnos las canciones que jamás pagaríamos. La noche prosiguió sin mayores datos anecdóticos hasta que llegó el final del final, posiblemente la última vez que yo vería a Lucy Jelf por los próximos años, abrazo va, abrazo viene, “it was great to meet you” “you have to come to the uk”, “you have to come to Argentina” ,“I´ll miss you, honestly”. Un par de lágrimas por parte de Lucy, apuradas por parte de Taffy, que detesta las despedidas. Vuelta a casa a dormir y este post hoy.

Esas son las novedades, me pasé de palabras.

La foto, con cara de contento en casa después de haber tomado la decisión.

Saludotes.