lunes, 31 de mayo de 2010

Resfriado. Ah ah ah ah.




Tengo un resfrío padre, acá no para de llover, el viento es insoportable pero estoy contento de estar en Windy Welly. La conexión a internet más tobara es la de Esquires, donde nos regalan un voucher de una hora si compramos un café. Está bueno porque el café te sale lo que una hora de internet en otro lado pero de paso te tomás alguito.

Intentaré redimirme por el tiempo que los dejé sin información, situación que se volverá a repetir en breve por tiempo indeterminado debido a nuestra mudanza al norte de la isla sur, donde seguramente tendremos conexión bastante coartada, sin mencionar que lo más probable es que mi celular vuelva a morir. Les cuento que estuvimos muy contentos en la casa donde nos hospedábamos. Vivíamos con Philipinga (Phillip + Inga) la versión alemana, sin talento, sin dinero y sin belleza de Brangelina pero con toda la onda; con dos alemanes bobos que el dueño de la casa nos adjudicó como protegidos para que llevemos a trabajar, no sabemos cómo se llamaban porque no nos preocupamos en averiguarlo pero les decíamos “Zanahoria Albina” y “el bobo con tetas”. También estaban la adorable Katerine con su amiga Claudia, dos Berlinesas geniales que nos invitaron a visitarlas, el Jordan, yanqui, la Danesa a la que volvíamos loca, otro Phillip, inglés, y Dave, una versión irlandesa de cuasimodo que nos daba un poquito de miedo.

Un dato particular de la casa era el dueño, Owen, señor-monotónico-que-insistía-en-contar-chistes-sin-gracia. Federico inmediatamente apagaba el cerebro cuando Owen empezaba a hablar. Este cristiano cada vez que nos veía, intentaba armar una conversación del aire. Tan desesperados eran sus intentos que una vez, después del hola, nos contó los cursos que tomó en el secundario y cómo los maoríes cocinan a las ovejas en la tierra. Nosotros prendíamos el motorcito que te mueve la cabeza, cual tigre de tachero, sonreíamos, rogando a toda fuerza superior que pueda existir en el universo que el señor tenga la decencia de dejarnos tranquilos o simplemente inventábamos excusas para salir corriendo.

Las noches transcurrían en la terraza, entre ropas intentado secarse contemplando las ovejas pastar por el parque, algunos árboles de limones, las risas de los franceses o los ladridos histéricos de los cachorritos que apodamos Amancio, Amanda, Alberto, Amapola, Amelia y los sin nombre. Fue una estadía relajante e incluso el trabajo físico, aunque apestaba, se puede considerar una extraña forma de terapia. Conté muchas ovejas, el principal motivo de mi viaje.

Ahora en la gran ciudad empezamos a descubrir Te Papa, el museo nacional. Lo vamos a hacer en cuotas para no cansarnos. Es bastante interactivo y mezcla tecnología con historia, naturaleza, etc. Mañana tenemos el segundo round para hacer los niveles superiores a los que no subimos para ir a almorzar al hostel. Nos queda el trencito que te sube a una colina, prometiendo una vista impresionante de toda la ciudad, un par de museos que también son gratis y estaríamos listos para partir a la nueva aventura. Mariana nos pinchó un poquito el globo. Nos dijo que blenheim es básicamente una cagada pero que es muy bueno para juntar plata porque no tenés forma de gastarla. Eso, a esta altura del viaje, nos viene bastante bien.

Eso es lo que había escrito en Wellington pero nunca llegué a cargarlo porque mi conexión murió antes de tiempo. Oficialmente estamos en la Isla Sur. Listo, señores, ya recorrimos el país. Anoche nos agarró una angustia terrible por haber estado en Welly y ahora estar en Blenheim. Para hacer un paralelismo, imaginen venirse de Manhattan y terminar en Junín (el que no es de los andes). No tiene nada de malo Junín per se pero para tres chicos de ciudad como nosotros, es más atractivo Manhattan.

La otra ironía de la vida es que a 15 minutos de haber llegado a este pueblito, veo que tengo un mensaje de voz en el celular de una agencia de empleo de Wellington que me invitaba a una entrevista, prometiendo buenas oportunidades laborales en la capital. Fuerte!

Quizá me quede un tiempito en el pueblo para cambiar mi situación económica, que está bastante tristonga por el momento pero que aquí es relativamente fácil cambiar. Luego de ello, me volveré a Wellington a trabajar en una oficina, de traje, como corresponde, sentado en un escritorio, frente a una computadora.

Abrazos varios.

Las fotos son dentro del te papa, en las afueras de la ciudad y en el ferry a la isla Sur. Las manos y las muecas son adrede, imitando a un personaje que nos cae mal.

Alejorf.

1 comentario:

  1. "prendíamos el motorcito que te mueve la cabeza, cual tigre de tachero" jajaja muy bueno, un abrazo tu papá

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