jueves, 27 de mayo de 2010

Ya no estamos en Te Puke. Estamos contentos.



La travesía comenzó ayer a la mañana. Nuestro plan era salir lo más temprano posible para poder disfrutar de los paisajes que hay hasta la deliciosa capital, Wellington. No contábamos con la impuntualidad de nuestro jefe indio, en adelante, VATP (Volvete a tu país), como lo llamábamos cariñosamente. Vatp nos dijo que no habría problema en encontrarse con nosotros a la mañana para darnos el dinero adeudado, comenzando cuanto antes el road trip hacia nuestro nuevo destino pero nos cambió el horario a último momento e, incluso, nos hizo esperar 45 minutos frente a la biblioteca de Te Puke hasta que finalmente apareció con nuestra guita. Con la mañana perdida, partimos hacia Rotorúa donde almorzamos frente al lago con el olor a pedo o azufre que hay. Nos sacamos fotos, seguimos viaje hasta Taupo donde sacamos más fotos, pasamos por un desierto, nos agarró una tormenta, etc.

Después de haberme tragado los estudios, el orgullo y las expectativas, fue una gran noticia llegar a Wellington. Es una ciudad que, si bien tiene la mitad de la población de Auckland, se planeó una distribución tal que la hace parecer más grande. Tiene un aire ñoño, cultural, sobrado. Es una ciudad que se cree mil, como Baires y le sienta muy bien. Llegamos cansados después de un viaje largo que no tiene demasiado sentido en cuestión de distancias pero las normas viales neozelandesas hacen que uno no pueda viajar a más de 100k por hora.

La experiencia campestre seguramente se extenderá por unos meses a partir de la semana que viene pero en nueva locación: Blenheim, en el norte de la isla sur. Partimos hacia los sures para encontrarnos con Clem y Amelie, dos franceses que los chicos habían conocido en Napier, con quienes también vivimos un par de días en Bay of Plenty. Los dos son copadísimos

Volviendo a Welly, en el hostel me esperaba una ex alumna que me va a sacar a bailar el sábado, quien me venía insistiendo hace ya algunos meses con que renuncie a Auckland y me haga capitalino. Ahora que estoy acá, estoy convencido de que este cambio se debería haber hecho hace un tiempo atrás, quizá ni bien terminado mi contrato con el banco pero uno no debe arrepentirse de lo que no hizo. Tenemos varias cosas por hacer que no nos implicarán gastos, una de las mejores razones para hacer cosas. Un ejemplo de ello es el paseo por el parlamento donde una viejita con cara de abuela buena nos explicaba en 4 palabras a la vez la historia política de Nueva Zelanda “la democracia más vieja del mundo”. Nos hicieron dejar nuestras pertenencias en un scáner tipo aeropuerto, llaves, monedas, etcéteras metálicas en un cajoncito para que uno no vaya a prenderle fuego al primer ministro o a meterle un tiro a un diputado. Mientras pasaba una de las mochilas por el artefacto, el buen guardia me pregunta con una sonrisa “por casualidad ¿tenés un cuchillo en la mochila?” No, le contesté. Giró amablemente el monitor de la máquina para mostrarme cómo claramente no tenía uno, sino dos más dos tenedores. Si estuviésemos en USA, seguramente hubiese implicado que durmiéramos en Guantánamo, pero el pibe nos sonrió y nos indicó dónde dejar la mochila.

Ahora que vi Wellington, que me gusta, tengo la necesidad de llegar a Christchurch, ciudad que me da buena espina, a pesar del frío que debe hacer y de estar oficialmente en el tole del mundo.

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